martes, 23 de noviembre de 2010

La Cuarta Espada


La Cuarta Espada de Roncagliolo describe un acercamiento hacia el terrorismo del que fue víctima nuestro país, el cual dejo un saldo casi de setenta mil víctimas, entre muertos y desaparecidos. El autor empieza la investigación en la niñez del protagonista, Abimael Guzmán quien actualmente pasa sus días en una cárcel de alta seguridad.
A lo largo del desarrollo de la historia, el mismo autor se vuelve co-protagonista al describir el retorno de un joven al país donde al llegar no entiende nada, y trata de comprender el contexto en el que se encontraba, siendo fallida su respuesta.
Asi mismo, conforme avanza la lectura nos hace recordar cuando  que Guzmán fue profesor universitario como los miembros de la cúpula senderista. Roncagliolo resalta esta etapa, que ayuda a entender cómo los terroristas suman seguidores a su causa.
Cada capitulo se centra en momentos importantes y decisivos en la vida de Guzmán, respetando su cronología, y sin perder de vista la intención principal: la reconstrucción de un hombre maniatado por el odio y la intransigencia, un intolerante y un radical que tras cada derrota o error de su grupo terrorista se vuelve más radical, recrudece. Y mientras se relata el crecimiento del terrorismo, somos testigos de la gran confusión que cunde en el gobierno peruano.
En ellos tambien nos muestran que para Guzmán, el marxismo es “ciencia y, a su vez, una ideología”, es decir, una verdad trascendental. Este tipo de marxista realiza el mismo proceso racional que un teólogo. Dispone de argumentos racionales, pero en lo fundamental, lo suyo es un acto de fe”.
Guzman a este paso arrastra todo lo que encuentra en su camino, los senderistas empiezan matando solo a ciertos personajes para luego simplemente a cualquier ser humano que se le cruzara por camino.
Hacia el final del libro, Roncagliolo logra asomarse por un instante al lado humano, si cabe la frase, de las mujeres terroristas, Elena Iparraguirre entre ellas. Iparraguirre fue la segunda mujer de Abimael Guzmán tras la muerte de Augusta La Torre, una muerte ya no tan misteriosa, que sirve para adentrarse en las extrañas relaciones afectivas (si cabe la frase, otra vez) del líder senderista. Esta última parte deja la sensación de una tarea cumplida.

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